Tuesday, June 16, 2009

Ellas y ella.

En las trincheras de la falacia perpetua... cobijadas por los paraguas de la cobardía más lacerante... ahí están... en eterna queja... y súplica... hacia el inmaculado flagelo...
¿Son sus mentiras verdad? ¿Es su pusilanimidad valentía? ¿Qué son? ¿Adónde van?
El candor de los ángeles está prohibido en sus rostros... también la frescura del azahar venido del rocío dejado por una savia humilde...
Pero están proscritas en el Reino de la Luz... pues son tan solo una triste y apagada luz con sabor a control e imposición...

Es su dictadura... su perdición... es su constante juego... su cansina melodía...
Es la pérfida tergiversación para la constante manipulación...
El enfermo capricho en pos de la pura desintegración...
El virus que todo lo corroe, el veneno que paraliza y cosifica...

El camino sabio y puro no merece compañías sobre putrefactos altares...
¿Acaso hay mejor tesoro que el baño en las aguas de la pureza?
¿Acaso existe mejor regalo que la magnanimidad de una soledad teñida de esperanza y honor?
Agostadas en su esplendor... terminales en su valor... la oposición de la grandeza... la constante traición...

Sus sendas hacia la anécdota... sus hálitos hacia la quarentena... sus siluetas una triste contradicción...

Mil vidas, o quizás un millón de ellas... no hay excusas hacia la correcta peregrinación...
Pocas... únicas... suficientes...

El viaje... el homenaje...

La aparente soledad, la previa caricia...

La perfecta compañera... Ella.

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