Tuesday, November 3, 2009

Un mágico riachuelo.

La vio... y las nubes iniciaron el exilio hacia el Reino de los Sueños...


Y lo contempló... y todos los hechizos se activaron...

Y se quedó solo, aislado entre un millón de almas, cautivado, allí... desterrado y ajeno en relación a todo cuanto estaba sucediendo en medio de esa mezcolanza de sonidos, aromas, suspiros... sueños nunca realizados que forman la bendita cotidaneidad.

Y supo, a pesar de ser como una mota de polvo en medio de un huracán, que algo importante estaba sucediendo, o que iba a suceder, porque jamás había sentido de ese modo, jamás se había notado tan a una misma vez, desolado e interesado, bamboleado y esperanzado.

Creía, quizás, que había descubierto algo de incalculable valor, pero sabía que como con todo lo que realmente vale la pena de ser descubierto, debería afrontar peligros que podrían afectarle de un modo definitivo, y ante esa idea, todos sus demonios en forma de pusilanimidad y temor iniciaban su conquista, la de su espíritu.

Fue un detalle, un minúsculo indicio, inadvertido para quienes no habían sido elegidos... avisado para quien es llamado a ver donde sólo hay sombras, a escuchar donde reina el silencio, a llorar en medio de la alegría, a reír en la mayor de las tragedias.

Sus ojos encontraron sus ojos. Sus ojos fueron dirigidos a aquéllos otros, tan hermosos... a través de los cuales podían contemplarse un millón de paraísos, un millón de sonrisas y sueños en dirección a utopías. Unos ojos que proyectaban una peculiar forma de magia nacida para decorar las ilusiones de la mismisima Eternidad.

Y sucedió... Se hizo el encantamiento, o ¿ la tragedia? ¿Quién puede saberlo?. Surgió tan solo una y proveniente de uno solo de esos extraordinarios luceros. Fue la lágrima más bella que un ángel haya podido observar jamás pero, al mismo tiempo, la más triste, tristemente hermosa, porque en algún lugar está escrito, que la Tristeza es la más bella de cuantas creaciones Dios nos ha regalado...

Fue un magnífico espectáculo, comparado sólo a alguna de las maravillas conocidas o ni siquiera a ellas. Él lo vio todo, lo sufrió todo, lo sintió todo: primero esa pérdida de luz en la mirada, como quien siente dejar ir poco a poco la Esperanza y después, ese maravilloso brillo previo a la llegada de la cascada, un brillo con sabor a dolor pero también a ilusión, pues días de borrasca son vísperas de resplandores.

Y como colofón, como desenlace, la lágrima. Una lágrima proveniente de los más hondo de un espíritu. De un alma cuyo atroz sufrimiento, cuyo cáustico dolor se había condensado en una minúscula gota, ¡en tan solo una!, cuando bien, con ellas, se hubiesen podido anegar los más vastos desiertos.

Surgió lenta pero implacablemente. En su trayecto, el Universo todo se paralizó, tal era su brillo y esplendor, su majestuosa silueta...

Y esa mirada... esa expresión: la de alguien que no espera nada... ya no... la de quien tan solo desea amaneceres cuando por un hechizo está condenado a contemplar tan solo ocasos, la de alguien que recién ha sabido que ha de caminar hasta el final por un escarpado precipicio, la de quien comprobó que no se podrán tocar jamás las estrellas, ni siquiera en sueños.

Todo ello fue contemplado por él. Todo ello le abrazó, le inundó, le cambió. Fue observar lo que los vientos le habían reservado e iniciar el comienzo del resto de su vida, de esa otra existencia que siempre había intuido podría existir y por la que ya se había cansado de esperar. Y que por fin, había llegado.

Ahora, su vida ya no le pertenecía. Su vida era ella, o más bien la vida de ella. Todas las piezas encajaban por vez primera en una vida hasta entonces aburrida y gris. Ahora sabía... ahora sus alientos destilaban sentido y armonía.

Y corrió... corrió tras ella, o tras su lágrima queriendo saber, queriendo conocer, queriendo, queriéndola.

La seguiría, la abordaría, le diría que conocía su secreto, que se había enamorado de esa lágrima, de toda ella en realidad. Que una lágrima así sólo podía pertenecer a alguien especial, a alguien que había sido elegido. Que compartiría su tristeza, que amaba también esa angustia y desesperación recién representadas... y después de eso, juntos, ya no importarían los fracasos de cada día, las perennes decepciones recién abiertos los ojos cada jornada, porque estarían juntos hasta el fin.

Distancias vestidas de imposibilidad desplegaron todos sus hechizos. Los gusanos de la inseguridad trataron de carcomer una manzana cuyo destino estaba ligado a la más bonita de las palabras: Esperanza.

El Tiempo se paró. Todas las criaturas del Universo quedaron expectantes. Alguién siguió un sueño en forma de lágrima. Alguien conjuró el poder del corazón contra la dictadura de la normalidad.

Transportado por la caricia de una brisa cómplice, por el aliento de cien huracanes aterciopelados, por el abrazo de un ejército de ángeles de la guarda, recorrió los últimos pasos, últimos eslabones de una cadena hacia un espíritu que desde el mismo día que contempló la luz, estuvo ahí... esperándole... tan lejos... tan cerca... siempre a su lado... deseando tanto que ese momento llegase... tanto, tanto...

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