Thursday, May 12, 2011

De aves y pájaros. Cesar Vidal. La Razón.

Acabo de enterarme de que Pascual Sala, presidente del Tribunal Constitucional y firmante de la sentencia que ha abierto a ETA la participación en las próximas elecciones municipales y autonómicas, ha señalado poco antes de dar una conferencia en la universidad Pompeu Fabra, que las afirmaciones que se están realizando sobre los firmantes de la controversia resolución le «ponen la carne de gallina». Confieso que conociendo someramente el historial judicial de Pascual Sala, de entrada me ha costado mucho creer que pueda estar sometido a ese tipo de reacciones, pero ciertamente eso es lo de menos.  Por esos delicados e ignotos mecanismos mentales que conocemos como «asociación de ideas», a mí las palabras de Pascual Sala me han recordado una definición de la injusticia que daba Juvenal. Escribió el agudo romano que la acción de la injusticia se caracteriza porque «Dat veniam corvis, vexat censura columbas», es decir porque «perdona a los cuervos y veja a las palomas». La referencia de Juvenal, extraída del mundo de las aves, sigue ocasionándome sobrecogimiento por su desnuda sencillez, por su afilado ingenio y por su innegable exactitud.  La injusticia se distingue, ciertamente, de la equivocación, de la ignorancia e incluso de la negligencia por el hecho de que pasa por alto la acción dañina de los depredadores más miserables y, al permitirles actuar con una libertad que no merecen y una impunidad que resulta intolerable, causa un daño insultante a los seres más inocentes. El carácter especialmente grave de la injusticia perpetrada por un tribunal radica no tanto en el hecho de que se aparte de la verdad y de la Ley como en las consecuencias que semejante conducta tiene para aquellos a los que debería proteger y, sin embargo, desampara. Me cuesta creer que Pascual Sala y los que con él perpetraron la sentencia del TC que permitirá a ETA vivir de nuestros impuestos, sentarse en las instituciones y disponer de información, no sólo para perpetrar nuevos atentados, sino para aniquilar la última década y media de lucha antiterrorista, se detuvieran mucho a pensar en los niños, los ancianos, los agentes de la ley y el orden que fueron asesinados o incluso en alguno de sus compañeros muerto por eso que ahora se ha dado en llamar la izquierda abertzale, que se ha denominado históricamente gudaris y que no pasan de ser cobardes y asesinos. Tampoco creo que se estrujaran demasiado las neuronas en aplicar la Ley porque si lo hubieran hecho, por ejemplo, nunca se hubieran excedido en sus funciones entrando a valorar las pruebas que llevaron al Tribunal Supremo a intentar cerrar las puertas de las próximas elecciones a los etarras.  No.  Leyendo los votos particulares de sus compañeros del Tribunal Constitucional, la sensación que me invade, junto al asco y la indignación, es que estuvieron más atentos a marear la perdiz para que los cuervos pudieran volar sin que nadie les cortara las alas. Bien pensado, quizá diga la verdad Pascual Sala al afirmar que siente piel de gallina viendo las opiniones que ha provocado su sentencia. Reconózcase, sin embargo, que se esperaría que Sala, puesto a identificarse con una animal de pluma, lo hiciera con otro que no sea especialmente conocido por su impenitente tendencia a la prostitución y su habitual búsqueda entre el estiércol a la caza de sustento. 
 

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