Perpetuidad

Sí, amo la vida... Dios... cómo la amo... estoy profunda y absolutamente enamorado de esta vida... el supremo regalo, la mayor de las bendiciones... ¿Paraísos? Los hay, existen... os lo garantizo... ¿Y lo mejor? Que depende de nosotros... siempre fue así... Los paraísos los construimos nosotros, cada segundo, cada momento que pasa, cada breve intervalo de milagros que se suceden continuamente a nuestro alrededor...
   Una vida, convertida en lo que queramos... haciéndonos quienes somos acorde al reflejo de los espejos de nuestras ensoñaciones, ilusiones, gallardías... pero también miedos, inseguridades o excusas. Somos aquello en lo que creemos... somo aquello que nuestras acciones modelan...
  ¡Mira a tu alrededor! ¿Acaso el abrazo de la consciencia no te ha subyugado todavía? ¿No es suficiente la belleza de la estrella fugaz? ¿La humildad de un rocío que todo lo acaricia con sus suspiros de eternidad? ¿Aún no te diste cuenta de que este viaje es la más bonita de las metáforas del corazón?
 Sí, estoy enamorado de esta bendita vida... tanto... tanto... un amor que me susurra y anima a abrir mis ojos, a dudar de las más arraigadas de mis certezas, a intentar comprender a los incomprendidos, a dar las gracias por el gris de las nubes, por la inmensa belleza de una recién estrenada mañana...
 ¿Y si fuésemos dioses? ¿Y si éste fuese el paraíso?
     El viento confiesa que todo es posible mientras las notas de una canción nunca escuchada bailan muy pegadas con el silencio de quienes dejaron de soñar, abandonados a la traición de la rendición...
      El supremo regalo nos ha sido entregado... Ahora es tu momento, nuestro momento... Son nuestros ahoras los que dibujan en continuo delirio los ecos de esta magnificencia perpetua que es la vida...