Wednesday, May 12, 2010

Del exilio

DEL EXILIO.
            Más allá de las palabras...  más allá de valles y praderas... más allá de los sueños, más allá de lo conocido pero muy cerca de lo posible, se encuentra un paraíso llamado Exilio. Un paraíso al que pocos osan aventurarse. Un paraíso decorado de leyendas y míticas historias, todas ellas con desenlaces fatales. 
            Una maldición tocó la palabra e hizo que con tan solo pronunciarla, los demonios de la pusilanimidad subyugasen todo sueño. Así las cosas, los hombres se acostumbraron a la cotidaneidad del hastío y una borrasca de aburrimiento y de frustración cubrió todos los cielos. ¡Pobrecillos! Ahí están, adocenados... ajados por existencias unívocas, con sonrisas fingidas, con bonitas palabras todas ellas huecas y carentes de sinceridad... ¡Miradlos!, atenazados por el temor a arriesgar sus oropeles, caminando directos al despeñadero de la fatuidad.
            Raigambres entre el limo... La podredumbre lo invade todo... lentamente, sin piedad. La sangre está carcomida porque se dejó que los gusanos se reprodujesen. Y el sol está a punto de esconderse. El rosícler nos muestra el caprichoso azul de unas nubes que nos anuncian la última oportunidad para rectificar. El cielo se compadeció y nos permite enderezar nuestras naves.
            Sin embargo, jamás queremos comprender que no hace falta ir en pos de los tesoros, porque éstos están aquí, a nuestra vera. En realidad, siempre nos acompañaron y nosotros, infinitos ignorantes, buscando en universos ajenos lo que en la palma de nuestra mano desde siempre ha estado.
           ¡Exilio sanador! ¡Exilio purificador! En ti, todo tiene un significado puro. En ti, no existe la falsedad. El manto del equívoco quedó olvidado. Por  fin, todo es lo que parece. Los sentidos y la esencia, caminando de la mano. Nada de artificios, nada de engañifas. Nada de parafernalias. ¿Acaso no es grotesco este baile de detalles para ocultar las falsedades?
            Yo me marcho. Identifiqué al peregrino. Porta la señal. Es la señal de la realidad. Camina sin ver porque no necesita mirar. Arrastra sus pies, pues en su vocabulario no existe el término Tiempo. Es frugal y austero porque el dinero es sólo dinero. Cada noche, recibe el ocaso con una sonrisa por si la Muerte ha venido a saldar la cuenta. 
            Me marcho con él porque se dirige a ese paraíso llamado Exilio. Allí no cuentan los valores de la jerarquía, del poder, de la pretensión ni de la figuración. Se trata de un lugar en el que uno es el Todo, y el Todo es uno. Ahí las sonrisas son de verdad alegría, y la tristeza sabe a frenesí. No hay principio ni fin, porque todo es devenir. El silencio engalana el alma porque viene acompañado de la soledad, que en el exilio se dedica a rodearnos con sus brazos eternamente cálidos...
           ¡Ya me voy! Y no sé si volveré, porque tengo que conocer el Exilio, tengo que desnudar mi alma para saber con qué arroparla cuando ciertamente sea calor lo que necesite... Parto pero en realidad, jamás dejaré de estar con vosotros, mi gente, mi savia, mi alimento, mi sustento... porque si os dejo, os amaré sin posesión, si os abandono, siempre estaréis conmigo.
            Una leyenda antiquísima oscurece el corazón de los hombres. Dice que el fin de todas las cosas es la Muerte. Un sueño me confesó que el fin no es la muerte, sino la indolencia y que su antídoto es la lejanía, el exilio, la más feroz de las nostalgias. Sólo sintiendo que no tienes nada, es cuando el mundo queda a tus pies, y ello sólo es posible en el bendito Exilio. 
            ¡Espera, peregrino! ¡Por fin estoy contigo!  

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