Thursday, May 6, 2010

Robert Louis Stevenson. De vuelta del mar. Poemas.

1


No digáis que fui débil y no hice frente



No digáis que fui débil y no hice frente

A mis obligaciones, y que huí del mar,

Negando las torres que mis mayores erigieron, los faros que encendimos,

Para jugar como un niño que se divierte levantando castillos de papel.

Decid mejor: en el atardecer del tiempo

Una recia familia arrancó de sus manos

La arena del granito, y contemplando en la lejanía

A lo largo de la rugiente costa, monumentos

Y altas memorias que en el crepúsculo se hundían,

Sonrió feliz, y a infantiles tareas

Alrededor del fuego, dedicó las horas del anochecer.


2

Yo no temo



Qué temeré, si soy hermano

De las alegres tierras cubiertas de flores;

O de los grandes árboles

Que se hablan en la brisa con agradables voces

Y conversan con los vientos que pasan;

O de mi hermana, la profunda hierba.



De tal materia soy, ella es mi cuerpo

Que vibra por llegar a sus labios y besarlos;

Que da y recibe y siente con viento y sol y lluvia

Placer tan fuerte que es casi insoportable.

Ellos también son de esa materia,

La hermandad de los recios árboles,

La humilde dinastía de las flores

Que convierten en luz cenadores sombríos

O cubren como estrellas laderas de colinas:

Su suave color, su dulce aroma, reciben y te entregan,

Y gozan desplegándose por las grandes llanuras;

Y el árbol y la flor, y la hierba y el campo,

Se estremecen y saltan, viven, cantan

En la primavera con silenciosas voces.



Por eso yo no temo morir,

Ya que la muerta nada cambiará:

Pues tal vez en algún valle placentero he de encontrarme,

Tierra en la tierra o árbol en el árbol,

Con la eternidad con la que amo este instante;

Y sentiré alegría al compartir

Con ella el sol y la lluvia y el aire,

Al gozar su tranquila vecindad

Como tan sólo pueden, de entre todas las cosas,

La tierra, el árbol, la flor estrellada,

Las cosas mudas del campo y del bosque.



3

Mi amor fue cálido; por él crucé



Mi amor fue cálido; por él crucé

Montañas y mares,

Nunca pensé en que sería empeño inútil

Lo que el amor me diera.



Si esto fue realmente amor

Como yo, amada mía, sigo creyendo,

¿Con qué amado nombre invocaré

El lazo que me ata?


4


Deja que tu amor se vaya



Deja que tu amor se vaya, si así lo quiere.

No trates, oh loco, de impedir su caprichoso vuelo.

De cuanto dio y se lleva

Lo mejor en ti ya permanece.



Lo mejor permanece; en vano

Daría dicha o recibiérala

O nos la arrebatara hasta herirnos,

Si aún con todo deja

El ánimo constante

De afrontar noblemente la fortuna, y soportar

La suerte con buen temple, y aún ser puros,

Y aún eminentes en la más alta causa,

Y aún ser dignos del amor que fue.

El Amor, cuando llega, en verdad omnipotente

Es, mas no cuando se va. Déjala ir. Que la semilla

Brota en el propicio instante, y crece

Fortalecida por el estío; y cuando éste muere,

Ella es ya, y permanece, árbol perfecto.



Daría dicha o recibiérala

O nos la arrebatara hasta herirnos

Oh Amor, ¿Qué importa?

Pues si algo has dado, Amor, ya algo

Es nuestro que nada podrá quitarnos;

Y, como aún es Rey, el destronado,

Así el que ha amado verá al amor en su desdicha.


5
Epitafio

Bajo el inmenso y estrellado cielo,

cavad mi fosa y dejadme yacer.

Alegre he vivido y alegre muero,

pero al caer quiero haceros un ruego.



Que pongáis sobre mi tumba este verso:

"Aquí yace donde quiso yacer;

de vuelta del mar está el marinero,

de vuelta del monte está el cazador".


(Robert Louis Stevenson, De vuelta del mar. Poemas, Madrid: Hiperión, 2000)

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