Tuesday, December 21, 2010

Acuarelas sobre el agua

 El frío había convertido los cielos en opacos cristales. El vapor de los sueños a través de la respiración, susurraba la presencia de vida alrededor. Un viejo tranvía se deslizaba con suavidad por unos raíles que entonaban estridentes sinfonías.
La rebeldía del ayer yacía prisionera en las cárceles del temor. Cuando los abrazos de las pasiones se dejan agotar, las nubes cubren los cielos del alma, y su azul no es sino en la liturgia de un mundo posiblemente imaginado.
Los huracanes de la fatuidad lo anegaban todo. Personas como jarrones, vidas como amputadas exaltaciones de deseos egoístas, la soledad convirtiéndose más en dictadura que en una amiga caprichosa… el agua bailando sobre el viento de unas nostalgias enamoradas del futuro.
¿Dónde está la poesía? ¿No es lo que necesita la caricia de la ilusión? ¿Puede la hoja en arrecife de su vuelo, bambolearse sin poesía?
Las multitudes a lomos de la inercia de ensoñaciones, cautiva entre racimos de apostasías. ¿Quién osará levantar la voz? ¿Quién pintará el primer amanecer?
El ciprés persevera en silencios de pasión… convencido de que la firme roca, se rendirá a su verdad, porque no hay nada que resista al verdadero credo, como el descansar de unas aguas en el regazo del mar…
Al final, cuando el disco sagrado multiplica las formas bastardas, no queda sino el caballero perpetuo, ése que todo da a cambio de nada… aquél que desafía la tiranía de los débiles, la única que existe… ese corazón que hace del creer la más magnánima armadura.
Porque vivir sin haber amado de verdad, no es haber vivido… porque cuando no se abraza el paraíso de la esperanza, tan solo quedan los surcos de unas arrugas siempre consecuentes, las tentaciones por la rendición ante la suave inercia del rocío salvador…
El día había sucumbido a la caricia del atardecer. Una sonrisa anegaba el alrededor de todas las cosas. Era la sonrisa de un ángel, o quizás de una diosa. Su figura refulgía ante el saludo de las somnolientas luces que lentamente buscaban un descanso merecido.
Había encontrado… o más bien… había sido encontrada… o a lo mejor, una combinación de ambas situaciones…
Escuchando los latidos suaves del corazón, abrazando sus susurros, podía sentir la magia de un sentimiento eterno que la había elegido por fin. Todo estaba bañado de una harmonía sanadora… de la definitiva cura… del eterno resplandor…
Era amor… aquella palabra tan conocida, tan reverenciada, tan soñada… y también tan desconocida…
Estaba preparada… para vivir cien vidas o para recibir la última caricia. Para acompañar el rocío o para escuchar la lluvia… para desafiar la incertidumbre o, simplemente, para continuar…
El día menguaba como todos nosotros en el bello camino hacia la siguiente estación, y… sí… ella por fin… estaba preparada…

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