Sunday, December 26, 2010

Gotas de nostalgia

 Las cuerdas de un suspiro se quebraron tras la quietud del abismo. Quizás el hechizo del horizonte había extendido sus alas. O quizás se trataba de una imaginación alimentada con una fe nacida de derrotas y luceros de renuncia.
Ninguna de las sombras conseguiría quebrar sus esfuerzos. Ningún esfuerzo sería suficiente para hacerle desistir de la única misión que merecía la pena: vivir.
Las muchedumbres confundían la magnificencia del vivir con la vulgaridad del existir. Sabía que su destino estaba compuesto de poesía, de sencillez, de harmonía… Sabía también que el exilio de la comunal desintegración, le había supuesto una declaración de guerra, la persecución de toda una dictadura…
No había marcha atrás… ni siquiera el perdón sería suficiente. La incertidumbre se había instalado en su hálito… Todo parecía tan perfecto ahora… La apariencia de seguridad aniquilaba la magia de lo imperecedero… Cuando los ojos del corazón se abriesen, entonces… los inútiles hechizos del cosmos material, serían desterrados para siempre.
Había comenzado a llover… y con la caída humilde de esas lágrimas eternas, había también comenzado a soñar. Cada gota recibida, le susurraba secretos que habían esperado vidas enteras para ser entregados… Momentos que parecían pasados, extendieron con determinación el manto de su gallardía…
Soñó… soñó como nadie antes había soñado… Y cada sueño le devolvió todo lo que había perdido… ¿Cómo podía haber seguido formando parte de aquella farsa? ¿Cómo pudo ser uno más en la unicidad de lo atroz?
Por supuesto respondió con desiertos naufragios… con preferencias cáusticas… con erráticas seguridades… Era tan solo una isla desierta entre los confines de un sinsentido vestido de insípidos alegatos de complicidad consentida…
Ahora, cuando los sueños habían comenzado a despertarse… y las gaviotas renunciaron a su exilio, él miró el espejo de los cielos… desenterró el tesoro del viento… descubrió el manto que cubría sus miedos…
Su antiguo compañero, -el vacío-, hacía sus últimos esfuerzos por convencerle de la falsedad de los sueños… de la tortura de la fe… de la mediocridad de la ilusión…
Siempre había buscado en el lugar equivocado… apostando por el laberinto sin salida… cautivado por los delirios de una belleza nunca perenne…
Tras la noche, el amanecer y, con él, de la mano, las caricias de unos recuerdos llamados nostalgia. La música era baile… el tiempo solo presente… el miedo, un recluso recitando la última voluntad… la desesperanza, un veneno agotado por el antídoto del amor…
La cotidianeidad se enamoró de la magia en un escenario abandonado. Cuando los recuerdos regresaron de su largo peregrinaje, el sonido de una vieja guitarra inició la salvación de un alma que se perdía en la tempestad…
Por ahora, precisamente de ese modo, los ojos se secaron, y el amanecer se vistió de rojo. Por favor, no me abandones, suplicó… no me abandones…  

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