Tuesday, June 24, 2008

ENSAYOS GABRIEL PUYÓ. Del Destino, Del Éxito, Del Sentido de la Existencia.

DEL DESTINO.
¿Qué es eso a lo que llamamos Destino? ¿Existe realmente? ¿Es posible que ya desde el nacimiento estemos siguiendo un camino previamente trazado o en realidad, el Destino no existe y todo depende por completo de nuestra voluntad, de nosotros mismos?
Preciosas preguntas para no obtener respuestas o, al menos, ninguna respuesta definitiva. Como reza la canción: "...fácil es buscar, fácil es no encontrar..."
La eterna cuestión del Destino tiene que ver con qué papel jugamos en nuestra existencia. Porque si está escrito, somos meras marionetas en manos de nuestros dueños, pues no tendríamos vida, al estar nuestra voluntad esclavizada. Si por el contrario, el Destino no existe y somos nosotros los absolutos responsables de nuestros actos, el tema adquiere otro cariz bien distinto. Pues dependiendo de tan solo nuestra voluntad, cada día, cada instante, estamos cambiando el mundo...
En cualquier caso, una cosa es segura e irrefutable: hay cierto grado de determinación en nuestra existencia. ¿Os habéis parado a pensar por qué habéis nacido en vuestra familia, en vuestra ciudad, y no en otra? ¿Sería posible adquirir la genialidad de Mozart, de Picasso, o de Einstein por ejemplo a través del esfuerzo? No, rotundamente no. Las cualidades que han hecho de estos personajes auténticos genios jamás se podrán aprender. Como suele decirse, un genio nace, nunca se hace. O se tienen esas cualidades o no se tienen. No hay más. En consecuencia, está claro que existe cierto grado de Destino en todos nosotros.
Mi opinión es que ciertamente, todos estamos orientados hacia una determinada senda en cada uno de nuestros sinos. Esta sería la parte determinista de mi teoría. Sin embargo, somos nosotros quienes en última instancia, damos el paso definitivo... somos nosotros y sólo nosotros quienes tomamos esa vereda. La cuestión es saber si hemos escogido acertadamente... Por ejemplo: en el tema de las parejas, creo que Dios nos muestra la que tenemos "asignada", aquélla o aquél destinados a hacernos felices... pero somos nosotros quienes debemos identificar esa situación y darnos por aludidos. La cuestión es verdaderamente trascendental, pues considero que sólo una minoría comprende que ése/ésa es su amor. Una elección equivocada o acertada, nos conducirá a sendas bien diferentes: a la de la Felicidad o a la de la Apatía más infinita. Para los que ni siquiera arriesgan, les corresponde la de la Soledad.
La pregunta clave sería pues: ¿qué debo hacer para acertar? ¿cuál es el secreto para no errar la senda adecuada?
¡ Preguntas, siempre preguntas! Pues bien, os daré mis respuestas. El quid de la cuestión es la introspección más absoluta, la búsqueda del conocimiento interior... la consecución de nuestro propio santuario. Creo y cien veces creo, que nada es casual... que nacemos con un fin supremo... y éste es el de lograr ser los dueños de nuestro reino... y no hay otro reinado más importante que el de nuestros espíritus, de nuestras almas...
Por supuesto, es un camino durísimo, posiblemente de muy complicada victoria... pero es el único. Suele postularse, que nada de lo que merece la pena, es sencillo de obtener y aquí estamos hablando nada menos que de la obtención de nuestra felicidad. Así es que no escatiméis ningún esfuerzo... sufriréis, lloraréis, gritaréis... casi perderéis toda Esperanza... pero todo ello y cualquier otro sufrimiento que seguro deberéis afrontar, es poco... porque al final del camino, al final de tanta penuria... vuestro Sino, vuestro verdadero Destino, estará ahí, abrazandoos y entre lágrimas de infinita dicha, miraréis a vuestro alrededor y una sonrisa eterna jamás se borrará de vuestras almas.

DEL ÉXITO.
¿Qué es el éxito? ¿De qué depende? ¿Cómo se obtiene? ¿Para qué sirve? Son muchas preguntas para no obtener demasiadas respuestas, acaso ninguna definitiva.
El éxito puede convertirse en un aliado o en tu peor enemigo. El éxito obnubila las mentes. Nos acerca a lo inmediato y nos aleja para siempre de nosotros mismos. El éxito es la fórmula más utilizada para huir hacia adelante. El éxito es caprichoso y egoísta porque no obedece a postulados nobles. Quien busca el éxito, suele encontrar la desolación.
¿Por qué los hombres somos tan necios? ¿Por qué no comprendemos que la verdadera victoria no reside en lo superficial, en lo material, en lo mundano? ¿Por qué no nos damos cuenta de que no se trata sino de una engañifa para corrompernos, para aniquilarnos?
Dice Vargas Llosa que el éxito no depende tanto del talento como de la suerte. Entonces, ¿para qué buscarlo? ¿para qué perder esfuerzos y energías en algo tan caprichoso y tan injusto?
Imagino entre las sombras de la existencia, entre los muladares de la injusticia, a personas sencillas, con una mirada suave, limpia... caminando entre tinieblas, sin un sólo gesto de reproche, sin una sola tentación de represalia... Las imagino a su vez, imaginando qué sería de su vida si hubiesen sido tocados por la varita de la Fortuna, por la magia del Reconocimiento... Si hubiesen vivido en un mundo en el que están todos los que son...
E imaginándomelos, veo sus almas. Unas almas atormentadas por la negación de un destino que nunca se cumplió, un destino que desde siempre estaba condenado a cumplirse pero que alguien decidió que a ellos, ¡sí, precisamente a ellos y no a otros! les quedaba vedado... y con ello, quedaban marcados sus anhelos, sus sueños, sus ilusiones, con la señal del eterno infortunio, del eterno penar.
De una cosa estaban absolutamente seguros: habían sido condenados. Comparaban y comparaban y no comprendían sino mediante la condena, su alejamiento definitivo, irremediable... atroz.
Porque el éxito es otorgado al azar como si al principio de los tiempos se realizase un sorteo y ya nada ni nadie pudiese cambiar el resultado.
Y luego están las personas que lo buscan, que se deshacen en esfuerzos vanos, pues si tienen la señal, nada pueden hacer. Nacen condenados, exiliados de la felicidad, porque... ¿puede ser feliz alguien a quien le han amputado aquello para lo que nació? ¿Qué tamaña crueldad es ésta?
Por ello, si esto es así, mejor sería dejarse gobernar por la suerte.
Sin embargo, he de apuntar una opinión a la que me adhiero en su totalidad: es la expresada en El príncipe de Maquievelo. En su capítulo XXV, trata de Cuánto dominio tiene la Fortuna en las cosas humanas, de cómo podemos restirla. Resumiré su teoría con una breve sentencia. Espero que os sirva: la fortuna demuestra su dominio cuando no encuentra una virtud que se le resista. O lo que es lo mismo: cultivan la virtud, y después veremos si la Fortuna es de tal envergadura que puede derribarla.
En definitiva: creo que el éxito no depende tanto de la Fortuna como del grado de virtud que poseamos, porque cuanto mayor es éste, menos influencia tiene aquélla.

DEL SENTIDO DE LA EXISTENCIA
Mucho se ha escrito al respecto. Muchas han sido y serán las ideas sobre este equívoco tema. ¿Qué hacemos aquí? ¿Hacia dónde nos dirigimos? Lo que sucede a nuestro alrededor, ¿tiene un significado o se debe todo a la casualidad? En definitiva, ¿hay un sentido que guía nuestros pasos o no lo hay? Y de haberlo, ¿cuál es éste?
Permitidme que puntualice que lo que aquí y ahora voy a exponer es tan solo mi modesta opinión. Eso sí: modesta pero infinitamente sincera opinión.
Comenzaré por atenerme únicamente a los hechos. Y miro a mi alrededor. ¿Qué es lo que ven mis ojos? Ven tristeza y desolación, patetismo, vulgaridad, hipocresía, falsedad, desasosiego, envidia, ignorancia, miedos, pusilanimidad, cobardía... Ven guerras estúpidas, hambre, desigualdad, rencores, egoísmo, maldad...
Para los optimistas veo: amaneceres ficticios, sonrisas inmediatamente apagadas, momentos felices, que no felicidad... momentos que tan pronto nacen, desaparecen... Veo oscuridad pintada por aquéllos de color de rosa, a sombras bailando al son de ilusiones absurdas... absurdas por sabidas desaparecidas.
Detengo mi caminar, levanto la mirada al cielo o quizás debiera mirar al infierno, y me pregunto: ¿quién es el responsable de esta atrocidad, de esta tortura, de esta desolación a las que algún insensato se obceca en llamar vida? ¿Acaso hay algo más cruel que la muerte en vida? ¿Qué es más doloroso que ver a tu gente morir, saber que a cada paso parte de nosotros ya ha muerto? ¡Qué maravillosa es la vida... con dolor, con rencor, con injusticia, con desazón!
Porque algunos me objetarán: "No debes quejarte, pues hay gente peor que tu". Precisamente por eso me quejo: ¿Cómo podéis dormir tranquilos cuando vuestros semejantes pasan hambre, enferman por no tener medicamentos, no saben siquiera leer y escribir y no tienen ni un techo en el que cobijarse? ¡Ellos son nosotros! ¡Nosotros debiéramos ser ellos! ¿Por qué no os preguntáis qué hubiese ocurrido si en vez de nacer en vuestros hogares lo hubieséis hecho en el corazón de África o en un lazareto asiático? Pero... ¿para qué torturarse? Mejor complacerse con nuestra suerte... ¡Pero si también es la nuestra! Si la Humanidad somos una: ¡Somos! Y en este "somos" no hay exclusiones, no hay diferencias... y un caso de bienestar no puede justificar un millón de penuria, hambre, injusticia.
Siento tanta tristeza, me duelen tanto las ideas, es tan desolador respirar este aire contaminado por la iniquidad, por la soberbia, por la indiferencia, por la ignorancia, que si no fuese un cobarde o no creyese en Dios, me hubiese suicidado.
En este punto es en el que entra el sentido que le doy a esta sinrazón, a esta desolación, a esta patética existencia, a esta muerte en vida... Observo y medito: la melancolía me devora, la tristeza me subyuga, el dolor infinito me corroe... Y en medio de estos sentimientos, descubro que hay un sentido para todo, que no es posible que lo único que haya sea esta barbarie, esta alucinación... Y aquí, entra Dios, y desde lo más profundo de mi alma, comprendo que el sentido de la existencia, no puede ser otro que el de sufrir, el de pagar en vida lo desalmados, lo burdos y ruines que somos. Y sabiendo lo que he de saber, me preparo para aceptar las reglas de un juego en el que nunca puedes ganar... Un juego en el que la cotidaneidad es la tortura, y en el que nos son ofrecidas pequeñas alegrías para que no dejemos de apagar nunca el fuego de la ilusión, de la esperanza, de los sueños. Pero tan solo son pequeñas alegrías, pequeñas por breves... por excepcionales.
Para finalizar, permitidme un apunte personal: esta mañana iba caminando escuchando música. Y vi a un hombre y una mujer. El hombre mediría 1,75 cms y la mujer 1,60cms. Ambos de pelo absolutamente blanco. Calculo que tendrían alrededor de 80 años aproximadamente. Uno a cada lado, llevaban abrazado supongo que a su hijo, de 1,85cms. Era oligofrénico, muy pesado y apenas podía andar, pues parece que tenía deformaciones que le impedían caminar sin retorcerse. La escena consistía en ver cómo dos ancianos que apenas podían conducirse a sí mismos arrastraban a su hijo. Fue tanta la impresión que me causó, que me quedé parado observando, paralizado. Yo estaba en la otra acera. Recuerdo que estaba escuchando The final coutndawn, canción que como sabéis inyecta optimismo. Pues bien, esa imagen apagó el sonido del walkman y hubiese apagado el de cualquier sinfonía aun interpretada por los mismísimos ángeles. Sobran las palabras.
Ahora, solo queda que cada uno de vosotros, en la soledad de vuestros espíritus, trate de reconciliarse consigo mismo y con la humanidad. ¡Ójala!

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