Tuesday, June 24, 2008

ENSAYOS GABRIEL PUYO. De la Decadencia, del Desarraigo, Despedidas y Adioses.

LA DECADENCIA.
"... la decadencia está prohibida en tu mente..." , reza la canción. ¡Qué dura es esta vida! Nos consolamos con lo inmediato sin querer darnos cuenta de que a cada paso que damos, dejamos una parte de nosotros atrás, y con ello, nos acercamos más al último viaje.
El problema, el patetismo de la existencia, es que no queremos afrontar la vida tal como es. Aquello del principio y del fin es una de las claves de la existencia. Deberíamos aprender que la vida es una oportunidad que Dios nos da. Una oportunidad limitada en el tiempo, finita... ¿Es tan complicado entenderlo? ¿Por qué hemos de compadecernos de los que llegan al fin de sus días? Su tiempo acabó. Pueden parecer duras mis palabras, pero es así como pienso. Pero... duras, ¿por qué? Es ley de vida y así son las reglas del juego.
Conozco a personas ancianas que presas de la no aceptación del paso del tiempo, caen en el mayor de los egoísmos. Aterrados ante la posibilidad de un posible final, no cejan en su empeño de hacer malvivir a quienes les rodean. Sus miedos e hipocondrías se intensifican de tal modo, que quienes les acompañan, viven en un continuo temor. En realidad, la explicación es que necesitan estar infinitamente arropados. Pero... vuelvo a lo anterior: infinitamente arropados, ¿por qué? ¿Tan complicado es aceptar que el tiempo no perdona, que a cada momento morimos, que nos queda menos para el fin?
Todo ello no quita lo duro de esos últimos momentos. La observación impotente de la pérdida de operatividad de nuestros órganos, ver cómo cada día pesa un siglo, como cada paso se hace una eternidad... Pero es que la vida es así de triste, de dura...
Ocurre que en tiempo de bonanza no nos acordamos de las tempestades, pero la bonanza de la juventud y madurez pasa, y queda la tempestad de la senectud. ¡Comenzad a aceptarlo! Y cuanto antes mejor. Dicen que el valor de un hombre se mide por las veces que se levanta cuando cae, yo añadiría que el valor de un hombre queda constatado por el honor con que acepta a nuestra compañera La Muerte.

DEL DESARRAIGO.
El desarraigo... ¿qué es eso? ¿De qué estamos hablando? ¿Cuál es su significado? Arraigarse es echar raíces, luego desarraigado, es aquél que no tiene raíces o que no se identifica con una situación, un lugar, una vida...
Desde la observación de mis propios demonios, postulo que es necesario ser un desarraigado, que somos débiles y acomodaticios, que siempre caminamos por la misma senda, y por ello, al final, acabamos yendo a los mismos lugares y llegando a las mismas conclusiones.
Ser desarraigado es no conformarse con lo que tenemos a nuestro fácil alcance, es conocer y conocer... tener ambiciones... salir de lo inmediato... ¡Arriesgar!
El arraigo que inevitablemente la vida nos produce, no es sino un maldito hechizo que nos coarta la libertad, nos destruye las ilusiones, mina poco a poco nuestras esperanzas...
Muchos se ponen a hablar de lo suyo como si fuese lo mejor que en la existencia pudiese haber. La expresión: "Pues yo soy feliz así", seguro que la habéis escuchado más de una vez en una de vuestras conversaciones. Esta sentencia, no es sino la consecuencia del arraigo que nos produce la pusilanimidad y la ignorancia. De acuerdo que así seáis felices en vuestro maravilloso arraigo, pero...quizás de otro modo, a lo mejor en otro lugar, te das cuenta del error en el que estabas. Error propiciado por tu obstinada conducta de no arriesgar, de no conocer, de ser más y más ignorante. Las cosas están ahí esperando para que las experimentemos, para que buceemos en su esencia, para que comparemos... Y una vez conocidas, podamos ampliar nuestra perspectiva... Y entonces, sólo entonces, afirma si después de habar conocido, sigues siendo tan feliz.
Y el arraigo, entonces, si eres uno de los pocos afortunados que has salido de la inmediatez, se convertirá en uno de tus mayores enemigos. ¿Cómo en este vida finita y breve, nos podemos limitar a un pequeño círculo? Ocurre que para abrir uno nuevo, hay que cerrar otro... y ello nos da miedo. "Más vale malo conocido que bueno por conocer" dirán algunos. Y yo les contesto: lo bueno por conocer es la fórmula mágica para alcanzar la dicha. Seguro que en mi necesario desarraigo sufro y me derrumbo alguna que otra vez, pero es que la derrota por buscar lo bueno conocido, al final... es siempre la mayor de las victorias.
A los arraigados, a esos que viven alegres en su lamentable ignorancia, sólo les digo que nunca es tarde para la consecución del reino de uno mismo, que nunca es tarde para mirarse por la mañana en el espejo y ver reflejado el semblante de una conciencia tranquila...
¡Id! ¡Luchad! ¡Haced vuestras maletas y venced la maldición de lo próximo! El ser un desarraigado es una de las cualidades más nobles del ser humano... Lloraréis, sufriréis, seréis sombras, pero al final del camino, al final de esa senda que unos pocos habréis elegido, os espera la mayor de las alegrías... el llegar a ser uno mismo y a poder admirar el amanecer con una mueca de satisfacción.

DESPEDIDAS Y ADIOSES.
Todos hemos sido despedidos y, a su vez, otros se fueron y nosotros nos quedamos. ¿Qué significado tienen las despedidas? ¿Por qué los adioses? ¿Se trata de una costumbre o hay algo más?
Lo cierto es que las despedidas se suelen teñir de tristeza... Parecen significar un final, un adiós, un presagio de ausencia, presagio inmediato... Lo que ha sido, deja de ser... Quien estuvo, va a dejar de estar... Te vas, yo me quedo... Te dejo y tú permaneces aquí...
De lo que no cabe ninguna duda, es de que las despedidas son un cúmulo de sentimientos muy diversos: tristeza, añoranza, indiferencia, temor, alegría, desolación... ¿Qué nos ocurre en estos momentos? ¿Somos nosotros o lo que creemos que debemos hacer? ¿Hasta qué punto expresamos verdaderamente lo que sentimos? Cuestiones todas ellas cuya respuesta sólo vosotros mismos, en la intimidad de vuestras almas, podéis responder.
Yo, por mi parte, declaro que detesto las despedidas... Que son la mayor de las derrotas... Que es tal la cantidad de sensaciones que recorren mi espíritu, que nunca podría expresarlas aunque tuviese todo el tiempo del mundo... Porque los sentimientos son sin palabras... Porque las despedidas son fundamentalmente palabras...
Sí, huyo de los adioses porque me obnubilan, porque me paralizan, porque me apresan... Lo que yo siento, queda agarrado en mis entrañas, queda apresado en un torbellino de sensaciones que luchan por salir pero que permanecerán siempre en mí...
Y lo que quise decir, no lo dije... Lo que quise confesar, no lo confesé... Lo que yo sentí, quedará para mí... ¡quedará!... Y los amigos se van... otros se quedan... La escena se repite, una y otra vez... Un año y otro... Y el mismo resultado: derrota, derrota por intentar jugar a un juego en el que nunca se puede ganar, porque el adiós es inevitable como también lo es la imposibilidad de decir... de confesar... de poner el alma en los brazos y ofrecerla...
Despedidas y adioses... sueños e ilusiones... el fin de un principio... el principio del inicio... ¿Quién sabe? Nos entristecemos porque alguien se nos va, porque ya no le vamos a ver, porque juraríamos que no vamos a poder seguir adelante...
Pero después del adiós y la despedida, llega nuestra amiga la costumbre... Y la derrota sigue siendo derrota, pero menos... y lo que pensábamos iba a ser algo irreparable, vemos cómo no lo es tanto... y seguimos tristes, pero menos... y los días pasan y aquellos recuerdos tan vívidos se difuminan, y lo que estaba claro en la despedida, se ha sumido en una densa niebla... y el tiempo sigue pasando... y la despedida tan dolorosa ya casi no duele... de hecho, llega a no doler...
Pero los sentimientos, el verdadero sentir, no necesita de adioses... porque jamás se difumina, porque jamás cae en las redes del olvido... Porque la desesperación que yo siento porque tú no estás, porque vosotros no estáis, ninguna maldita costumbre podrá arrebatármela, porque lo que yo siento dentro de mí está grabado con letras de fuego en mi corazón...
Y confieso, que seguiré rehuyendo las despedidas, los adioses porque son una causa perdida, porque son incompatibles con lo que yo siento, con lo que tengo tan dentro de mí...
Y alzo la vista al cielo... está anocheciendo... las ramas de los árboles son acariciadas por el viento que anuncia el fin del verano... el día va a concluir, pero yo no me despido de él, porque sé muy bien que pronto amanecerá, y que después, otra vez el día acabará... y mi sentir, permanecerá por siempre jamás navegando entre la sangre que recorre mis venas... porque cuando se siente de un modo sincero, porque cuando la piel se estremece sólo con el recuerdo... ningún adiós ni ninguna despedida podrá expresar el torbellino de angustia y pesar que sacuden todo mi ser...

Y en la soledad del día, en el exilio de la tristeza, siento que pronto os volveré a ver y que si no os vuelvo a encontrar... sé que jamás dejaréis de estar a mi lado... aquí, en mi corazón...

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