Thursday, September 20, 2018

Notas de la vida de un pastor de Jorge Puyó Navarro. Frases XVII

-Llevemos el arado a tierras fértiles, cerealistas por esencia, y dejemos el resto para fines que la propia naturaleza tiene encomendado.
-Este pueblo (Ansó) es religioso, y sabe que la religión y la obediencia a Dios, el temor a Él, es el principio de la sabiduría.
-Por eso os digo a todos los excombatientes, militares y paisanos, a todos los que habéis estado en la guerra, con frío y con calor, con lluvia y con nieve, con barro y con escarcha, con hambre y con sed, durmiendo en el santo suelo y pasando las mil calamidades, que de manera alguna consintáis que, ni por la esquina, ni por los cafés, ni por los bares, hable nadie de España con el propósito bastardo de desmembrar su prestigio.
-Y puesto  que nuestra vida se debe a su muerte, ya que nosotros hablamos porque ellos no pueden hablar, les ofrezcamos, siquiera, es este Día-Aniversario, con toda sinceridad y con toda nuestra alma, el galardón modesto de nuestra perpetua gratitud.
-Pues he de decir a ustedes y hablo con toda sinceridad, que quería a este hombre como todo aquel hijo que le debe muchas cosas a su padre.
-Yo por mi parte, he de decir a ustedes y asegurar a todos, que si cierto es que el calzón y la basquiña nació con nosotros en las tablas de la cuna, o poco menos, en las otras tablas morirá también. Yo lo llevaba a los once años, ha sido mi compañero de toda la vida y con él iré al otro mundo cuando Dios me llame: no sé si se puede hacer más; no sé si se puede pedir más.
-Y sale al balcón un mozo arrogante, vestido con el indumento del país; saca unas cuartillas y se pone a leerlas con voz reposada, segura y fuerte, sin temblores de emoción, menos sin pausas de temor. Es una salutación y un anhelo de que el paso de la Universidad zaragozana por aquellas montañas dé sus frutos. Pide una compenetración del profesorado con el pueblo; enseñanza, lección, ejemplo. Ha terminado. Las aplausos atruenan la plaza. Los alumnos extranjeros se miran asombrados. Un auténtico pastor que cuida amorosamente su ganado en el puerto, en las cumbres enhiestas, ha escrito en el cubilar unas frases precisas, sobrias, sin arrequives, antes bien con un simpático leve desaliño que no daña a la corrección. Ese pastor ansotano se llama Jorge Puyó. Ricardo del Arco.
-Desfilan luego por aquella tribuna pública que es el balcón de la Casa Consistorial, un profesor alemán, otro norteamericano, otro inglés, otro francés, y todos se deshacen en elogios al rústico lector que ha lanzado unas ideas no zafias, sino de alta estirpe. Seguramente, piensan en sus países y en lo insólito del caso de este rincón de España en donde los vecinos no pagan arbitrios municipales, en donde reina el bienestar y la paz. Ricardo del Arco.

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