Friday, September 14, 2018

Notas de la vida de un pastor de Jorge Puyó Navarro. Frases XV

-Día breve. Declina la tarde y el ganado vuelve al corral. Lo encerramos. Abrimos la caseta y encontramos una vivienda solitaria, muda, con algún que otro roedor. Una cerilla nos da lumbre para encender unas brozas. Silencio. nos miramos y preguntamos: ¿qué hacemos?... Lo de siempre; y fue esto: unas migas y, por toda ración, una sardina de esas que se levantan del cubo. Un par de tragos y a dormir. A dormir sobre dos pellejos para taparnos con una manta empolvada, carcomida por los años. ¡De esta manera pasaron los pastores la Nochebuena en el campo!
Pero frente a esto, mientras nosotros nos disponemos a descansar, deseosos de ver pronto el lucero del alba, otros, los más, estarán preparando la gran cena basada en el pavo, en el pollo, en el ternasco, con abundante y buenos postres, para regarlos con exquisitas bebidas, de donde saldrá el humor y las consiguientes ganas de cantar, bailar, etc., etc. ¡Qué diferencias tan grandes hay en la vida!
-Pero más vale dejar esto y pensar en ser más buenos y más justos; porque en la hora menos pensada se puede presentar esa señora que ni duerme ni sestea, y que con igual pie pisa grandes castillos que las viviendas más humildes... Y allí se acaba todo.
-Once años no muy bien cumplidos tenía yo cuando me sacó mi padre de casa para llevarme a la ribera.
-Recién salido de la escuela, mi ilusión no era otra que la de ir al ganado; las ovejas, los corderos, las cabras, los chotitos, todo inocencia y dulzura, acaparaban por entero mi ilusión infantil, hasta el punto de hacerme olvidar todas las últimas lecciones y las advertencias y consejos que nos diera aquel maestro ejemplar , conocedor perfecto de la vida de los pueblos del Pirineo oscense; de estos pueblos cuyos habitantes tienen que estar ausentes de sus casas siete meses al año, conociendo caracteres nuevos y costumbres distintas, para lo que se debe estar bien dotado de gramática y aritmética. Se llamaba aquel encorbado anciano  don Francisco Fuertes, hombre enérgico, respetabilísimo, serio, testarudo en su empeño, pues no había discípulo que a los diez años  no le resolviera a su padre problemas de interés, de compañia, de aligación, falsa posición, etcétera, etcétera. ¡Qué de veces me dejó encerrado en la escuela sin salir a comer por no saberme la lección!¡Y con qué cariño recuerdo aquel castigo tan ejemplar!

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