Wednesday, September 5, 2018

Notas de la vida de un pastor de Jorge Puyó Navarro. Frases IX

-Venga la mansedad de la oveja. Digamos algo de una animalía tan inocente, tan sin voces ni ruido, tan quieta; al trasquilar, calla y, aun cuando la matan, no da voces. A ella, por su mucha inocencia y obedecer y callar, es comparada la pasión de nuestro Redentor Jesucristo; y a ellas y a los corderos es comparado por el profeta Isaías. Gabriel Alonso de Herrera.
-Y esto, en medio de todo nos conforta pertenecer a una clase que hace vida de Naturaleza, tanto en las anchas riberas como en las altas montañas, siempre en la soledad, teniendo únicamente por techo el Cielo, y por auxilio a Dios. En lo espiritual, pues, nos consideramos ricos y dichosos al ser guardianes de unos animales que, como la oveja y el cordero, por su ignorancia y docilidad, son indefensos e inofensivos, pues no se atreven con el ave de corral, huyen del cachorro recién nacido y se asustan de la voz extraña a su amo. Es, en suma, al animal más dócil de la creación.
-"Rústico soy, pero no tanto que no entienda cómo se ha de tratar con los hombres y con las bestias". A lo que añadió el cura: "Eso creo yo muy bien, que ya yo sé de experiencia  que los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos".
-Hombres de tanta delicadeza que recojan con interés y cariño lo que nada vale en lo material necesitamos como lenitivo que alivie y cure toda clave de trastornos acaecidos a lo largo de nuestra carrera, siempre plagada de vicisitudes.
-La Naturaleza no da nunca nada malo, y, por el contrario, ofrece siempre todo bueno.
-Alejados del bullicio ciudadano, ajenos a noticias que nada agradan, del comentario que puede molestar, del rumor infundado que nos hace vivir en el equívoco, el hombre se encuentra por estas elevadas montañas totalmente nuevo. Nuevo porque respira pureza, ambiente de orden, nada de política, todo hermandad. La Naturaleza es generosa con todos: limpia el cuerpo y enriquece el espíritu. Aunque nuestros vestidos van machados y nuestra vivienda es inmunda, el alma de sus moradores está siempre limpia.
-Comemos el rancho todos en caldero, sin plato alguno, y la merienda para entredía, de pocas perras, desde luego, la depositamos en el santo suelo, sirviendo de mantel la losa o la alfombra vegetal, aseadas por el viento, la lluvia y la nieve, con aromas de pureza celestial. Tan limpia es esta mesa, que en nada tiene que envidiar a la de los mejores hoteles de Madrid, donde sirven la comida en una especie de carro, que no sé cómo se llama.

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