Friday, September 7, 2018

Notas de la vida de un pastor de Jorge Puyó Navarro. Frases XII

-En esta mañana serena de mediados de noviembre, no hay una sola nube en el cielo ansotano del Valle de Zuriza. Soledad, mucha soledad. Una casa-cuartel, con sus correspondientes carabineros o guardias civiles de fronteras y en sus alrededores, un rebaño de ganado que pasta, algo inquieto ya, esperando la presencia y la voz de su amo, para ponerse súbitamente firmes, a toda marcha hacia él. Esta actitud aleccionadora y sabia de nuestras ovejas, nos dice que ya no debían estar aquí, porque el corderillo crece en el vientre y necesitan más pastos para su desarrollo. Y tienen razón. Pero nuestro ganado ignora lo que nosotros sabemos. Y es que en la Rebiera, en las tierras de invernada, no hay hierba viva alguna, ni agua en las balsas. Esta es la causa fundamental de nuestra tardanza.
-Pero nos vamos... nos vamos porque aquí no se puede estar ya. A una llamada, muy particularmente nuestra, las ovejas acuden en masa, ocupando en su totalidad el estrecho camino que nos conduce a Ansó. No se queda ni una sola cabeza atrás, solamente yo, en las últimas vuelvo la cara unos minutos para decirle a Zuriza y su dilatado e incomparable Valle: ahí te quedas, muda y solitaria, para unos meses, llevándonos en nuestros ganados tus frutos generosos, transformados en lana, carne y sebo. Luego el cielo te echará el blanco sudarioy con él permanecerás hasta que el sol lo alumbre y lo acaricie con la invitación de que se esconda en el seno de la Tierra, para darnos nuevos pastos, nuevas flores, nueva vida. ¡Cuánto te debemos los ansotanos, Zuriza!
-Obedientes a leyes naturales, con toda alegría mezclada de pena, dejamos nuestra tierra. Son exigencias de la vida, pletórica de vicisitudes, que nunca acaban. Vamos siempre cargados de preocupaciones. Cuando tenemos una cosa, nos faltan dos. Este año que tenemos los ganados en condiciones bastante decentes, nos falta agua en las balsas y pastos en los montes. Marchamos hacia el llano acercándonos a la paridera, con el peso que supone, el no ver posibilidad de criar corderos, si no sometemos las madres a pienso. Y un segundo presupuesto encima del inicial que ya es respetable, no hay ganadero, por titán que sea, que lo pueda soportar. Y conste que no nos gusta decir una cosa por otra, porque ya no somos niños, ni aspiramos a que nadie nos dé nada por llorar.
-De todo esto, a pesar de estar alejados de la vida de sociedad, nos damos cuenta los pastores. Por eso, como humanos la vivimos alegres, tranquilos, sin grandes aspiraciones ni ambiciones que sobrepasen al egoísmo. ¿Para qué eso?
Pero vida mala y desconsiderada es esta, señores, si bien nos conforta un poco lo que tiene de digna, porque aquí no se sabe nada de materialismo. ¿Qué se nos ríen y motejan porque venimos de pastores y no sabemos otra cosa? Bien. ¿Que nos equivocamos de taquilla al sacar billetes en las estaciones, por no saber andar por el mundo?
Aquí podría venir a juego el cuento del filósofo y el barquero, que, cansado éste de escuchar impertinencias del ilustre viajero, mar adentro, zozobra de pronto la barca y entonces es él quien pregunta al pretencioso: ¿sabe usted nadar? Y ante la negativa de éste, exclamó el que pasó a ser de ignorante a experto: pues ha perdido usted la vida...

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